Los nitazenos son una clase de potentes sustancias opiáceas sintéticas desarrolladas originalmente en la década de 1950 por investigadores para explorar alternativas a los opiáceos tradicionales, como la morfina, para el tratamiento del dolor. Su objetivo era diseñar analgésicos que fueran eficaces y potencialmente menos adictivos. Sin embargo, estos compuestos fueron abandonados para su uso médico debido a su excesiva potencia y al alto riesgo de efectos secundarios, incluida la depresión respiratoria.
Desde su creación, los nitazenos apenas se han utilizado con fines médicos. Sin embargo, en los últimos años han resurgido en el mercado de las drogas ilícitas, sobre todo en formas no reguladas que se venden por Internet. Estas sustancias, como el isotonitazeno, suelen mezclarse con otras drogas o venderse como sustitutos de los opiáceos tradicionales, lo que amplifica los riesgos para los consumidores.
Hoy en día, los nitazenos representan una amenaza creciente en la crisis de los opiáceos, debido a su potencia, que es hasta varias veces superior a la del fentanilo. Esto los hace extremadamente peligrosos, incluso en dosis muy pequeñas, aumentando el riesgo de sobredosis mortales. En respuesta, las autoridades de salud pública están trabajando para reforzar la regulación, la detección y la concienciación para reducir su impacto.